La educación pasa por un momento difícil, hasta podríamos compararlo con un combate pugilístico, en el que el boxeador noqueado se levanta de la lona tras recibir un duro golpe. Ya me disculparán por el símil, pero se me antoja  ilustrativo para mi reflexión.

Por suerte, el final de curso ha marcado el toque de campana, y nuestro maltrecho sistema de enseñanza ha de volver a su rincón y replantear su estrategia tras el vapuleo de año y  medio de pandemia.

Para nuestra sorpresa, además, su entrenadora ya no es la misma. La titularidad de la cartera de Educación y FP ahora  recae sobre nuestra paisana, Pilar Alegría, quien ya ha declarado cosas al oído de nuestro contendiente, como que «el consenso será sin duda la llave del éxito«, y que ya está en conversaciones con la comunidad educativa, con los agentes sociales y con quienes deben conseguir desde cada autonomía el mejor de los entrenamientos posibles para afrontar el próximo combate. 

La educación, desorientada y cabizbaja, se pregunta ahora si la metodología que ha llevado a cabo durante el combate, sobre todo en este último asalto que abarca desde la suspensión generalizada de clases hasta el día de hoy, ha sido efectiva. El objetivo, desde el primer momento, no fue derrotar a su contrincante, más bien adoptó una postura defensiva que le permitió aguantar los golpes. Es cierto que su rival se mueve con rapidez, es fuerte e imprevisible, y por eso está haciendo todo lo que puede por aguantar hasta la decimosegunda campana.

La llegada del curso 2021/22 se ha traducido en una lección sobre la preparación y las bases necesarias para continuar con soltura en un nuevo año lectivo. Tanto familias como alumnado muestran su preocupación porque el nivel académico y el rendimiento han disminuido notablemente, andan, en medio de una gran desorientación, buscando la cuerda del cuadrilátero que les permita tomar un respiro. 

El impasse estival tiene que servir para replantear la estrategia y empezar a ver la situación en conjunto, aprovechar para volver a respirar con claridad y prepararse para el siguiente combate, que promete ser duro. Es un buen momento para reforzar aquello que se ha quedado colgando y comenzar a preocuparse no solo de las asignaturas, sino también de cómo se estudian, de cómo organizar el tiempo, de prestar atención a la motivación, de  normalizar el esfuerzo y el sacrificio, y en definitiva, de hacer todo lo posible para  recuperar el nivel pre pandemia y sin olvidar que, cuando ésta comenzó, ya contaba con importantes y numerosos problemas.

Quiero ahondar en el valor del esfuerzo. No deja de sorprender la tremenda ruptura entre un entorno laboral, cada vez más exigente y que requiere un aprendizaje continuo e intenso, y el académico que le precede, donde rebajamos la exigencia permitiendo pasar de cursos con gran facilidad, rebajando niveles y, con ello, devaluando toda cultura del esfuerzo, capacidad que debemos inculcar precisamente en el momento en que comienzan a forjarse la personalidad, es decir, en la edad escolar. 

Retomando nuestro símil, es como si se entrenara antes de competir golpeando globos de colores en lugar de un saco de boxeo.

Son mucho los retos que deben afrontarse en el escenario educativo, en el que pueden sumar conjuntamente todas las partes, después de poner en común los objetivos prioritarios. Pero no debemos permitir que la niebla de la pandemia nos nuble los ojos y nos impida ver los defectos de un sistema educativo que pierde eficacia con cambios tan constantes como innecesarios y poco efectivos.

Muy al contrario, como sucede en otros ámbitos, un contexto de crisis posibilita salir más fuertes, con mejor preparación, y es precisamente eso lo que tenemos que perseguir, dejar atrás este virus e impulsar un sistema educativo que de verdad mejore la concentración, la responsabilidad, la motivación y la superación personal.

No olvidemos que la otra salida de un periodo de crisis es la debilitación hasta la desaparición.

Recordémoslo: está en nuestras manos recuperar lo perdido, volver a la lona con toda la energía que ser mejores cada día exige. 

¿Les suena aquello de “un pacto de Estado por la Educación, duradero, independiente de los cambios de gobierno”?

Pues aquí seguimos y así nos va.

 

Miguel Ángel Heredia García

Presidente de Fundación Piquer

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